domingo, 26 de marzo de 2017

La construcción y el territorio, por Paco Vega.

Imágenes de grandes construcciones y otras agresiones al territorio debe invitarnos a la reflexión, comprendiendo que las infraestructuras importantes para el desarrollo de esta tierra canaria puede y debe estar en perfecta armonía con la naturaleza. Es posible y asumible la construcción de grandes instalaciones sin dañar más de lo necesario el entorno. Conseguir la mimetización de grandes y pequeñas infraestructuras en el entorno debería ser la filosofía edificatoria por parte de los técnicos y demás actores intervinientes. Muchas de estas actuaciones son un atentado al paisaje y duele a la vista su contemplación. No se debería permitir actuaciones que irrumpan de forma violenta en unas islas tan frágiles como las nuestras, independientemente de su utilidad pública.
Por tal motivo urge una reflexión colectiva ante la visión de lo que NO DEBE HACERSE. Las autoridades que las promocionan o dan su aprobación y los técnicos que las diseñan, deben ser críticos con los proyectos que no respeten la naturaleza sobre el que se asientan.


Nuestra tierra canaria se nos presenta de las más variadas formas, verde y frondosa en ocasiones o agreste, árida y volcánica en otras; todas ellas bellas, inigualables e irrepetibles. Tenemos la fortuna de vivir en unas islas con unos parajes únicos que debemos valorar y apreciar.
Todos los elementos intervinientes durante los procesos constructivos pueden y deben estar en perfecta armonía, incluyendo la protección al territorio. Debemos asumir que la construcción de grandes estructuras en nuestras islas debe ir precedida de un estudio pormenorizado, no sólo del dónde y del por qué, sino del CÓMO. Ese CÓMO conseguirá que cada herida infligida al territorio sea lo menos dolorosa posible, ya que estas son irreversibles. Sólo así conseguiremos el ansiado desarrollo sostenible para nuestras islas, un territorio muy frágil.
Al buen observador no se le escapa multitud de obras de todo tipo que se han
realizado sin el cuidado y protección al territorio. Me viene a la mente construcciones relativamente recientes y de gran impacto en el territorio como es la prisión de Juan Grande en Gran Canaria, en la que se podría haber realizado un esfuerzo mimetizador con el territorio, sin embargo se prescindió totalmente de esta opción. Ahí está para la posterioridad ese engendro de hormigón que se plantó en una zona eminentemente agrícola del municipio de San Bartolomé de Tirajana. Al final sus vecinos han tenido que cargar con un monstruo que llegó cargado de mentiras y hormigón.
Días atrás, mientras circulaba por la zona sur de esta isla de Gran Canaria, me quedé extasiado con las vistas hacia la interior de una isla de belleza agreste, de montañas y barrancos esculpidos por el fuego volcánico y las inclemencias meteorológicas a través de los siglos. Durante la citada contemplación se me descompuso la visión por la interposición de torres y líneas de alta tensión que a cada momento aparecían emborronando el paisaje sin orden ni concierto, con la prepotencia de quienes han hecho de su capa un sayo durante años (las eléctricas). Durante el tiempo que duró esta visión no pude evitar recordar el reciente conflicto en nuestra vecina isla de Fuerteventura con el nuevo tendido eléctrico que quieren instalar sin respetar las protecciones paisagísticas. Cuanta razón tienen los majoreros en oponerse al tal despropósito.
Debemos cuidar nuestras islas. Debemos proteger nuestra tierra que es además nuestro hogar. De lo contrario sólo tendremos cemento para comer en un futuro no muy lejano. La nefasta Ley del Suelo, que en estas fechas se tramita en el Parlamento Canario -para regocijo de los amigos del cemento- va precisamente en esta línea.


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