domingo, 6 de enero de 2013

La estrategia que conviene callar (La Opinión de Francisco J. Chavanel)

1..- Después del apocalipsis de las Cajas. Dos años después de que Zapatero, convencido por los grandes trust bancarios en aquella inolvidable reunión dominical con los señores propietarios del PIB español, pusiera en marcha su plan de fusión de las cajas, lo que tenemos en el escenario es un enorme campo de batalla repleto de cadáveres, con muy pocos supervivientes, y con los servicios médicos superados por la cantidad de heridos. Para Canarias aquella decisión resultó demoledora. Eliminó de un tajo cualquier musculatura financiera, nos hizo más dependiente de la banca peninsular, nos alejó todavía más de la metrópoli. Poco se ha escrito sobre esto y me extraña mucho. Me extraña que los que se llaman a sí mismos líderes de la sociedad civil acentúen sus críticas sobre un Gobierno canario al que denominan “intervencionista” y callen sobre el intervencionismo de Madrid hacia esta comunidad autónoma. ¿Y cuál es peor, siendo los dos nocivos para el funcionamiento sano de una sociedad? …
Sin duda el de aquel que posee mayor fuerza y mayor capacidad de influencia. La realidad demuestra que con un REF antiguo y saqueado; una RIC pinchada por Hacienda y por la equivocada revisión efectuada por CC y PSOE en los tiempos postreros de Adán Martín; la caída de las subvenciones nacionales y europeas hacia un territorio fragmentado que si bien dilapidó también precisó, y precisa, de ayudas para mantenerse, y eso es así, guste o no a los que pretenden compararnos con la eficiencia y la competitividad alemana…, y es así, me refiero a ese tipo de opiniones tan poco compresivas con lo que somos, porque para algunos la existencia empieza y termina en su isla. Más allá de la costa no hay más. Y si lo hay no les importa. En el fondo de tanta arrogancia sólo mora el pleitismo y la nostalgia por la división provincial. O sea, sólo queda la amargura por lo que se perdió cuando murió Franco.
Esos líderes buscan con frenesí el enfrentamiento entre nosotros. Dan la impresión de que militan en algún partido político y esa cualidad les impide una mínima objetividad sobre la cantidad de abrasivos hechos que pugnar por arrancarnos del mercado.
2..- La ignorancia política propicia el desmantelamiento. No les voy a recordar demasiado cuál fue su posición cuando ICAN entró en La Caja de Canarias para desvalijarla en 1999. Pero su silencio, intenso y macabro, evidenció su complicidad con lo sucedido. Su visión panorámica de la realidad les decía que aquello era bueno para ellos aunque no para el conjunto de la sociedad. Parecía que trabajaban a favor de los intereses de La Caixa. ¿Qué más daba que se hundiera la Caja si ellos tenían magníficas relaciones con los delegados catalanes?... Los resultados están a la vista de todos: los catalanes, como los demás, apenas dan créditos; todas las decisiones se adoptan en Barcelona; Canarias ya es, en ese sentido, territorio colonizado. La globalización descubre lo enanos y prescindibles que podemos llegar a ser.
En Tenerife hay un público, cada vez más numeroso, que está harto de la pérdida de identidad de la que fue su Caja (CajaCanarias), y ese público empieza a hacer cola frente a las sucursales de Cajasiete, que es la única canaria viva después del desastre. Con Bankia ocurre un fenómeno parecido. Es una entidad bancaria más. Con sede en Madrid, intervenida por el Gobierno, hundida en la miseria. La Caja de Canarias se suicidó dentro de ella. De esto no se habla y me sigue extrañando. ¿Qué hubiese ocurrido si las dos grandes cajas canarias no hubiesen sido obligadas por el Ejecutivo a fusionarse? ¿Hubiesen estado todavía en el mercado?... ¿Hubiese corrido Alvaro Arvelo a los brazos de CajaNavarra para huir de la quemadura de primer grado que hubiese supuesto la fusión con la caja de la provincia de Las Palmas, o se habría establecido en un punto de quietud y prudencia esperando acontecimientos?... Y en cuanto a la Caja de Canarias, ¿qué habría pasado? Juan Manuel García Falcón y Juan Manuel Suárez del Toro, desconcertados porque nadie les quería, ¿se hubiesen arrimado a Caja Madrid a cualquier precio, o, precisamente por eso, porque nadie les quería, habrían desplazado su decepción hacia una suerte de resignación que luego los salvaría del naufragio?
El paso del tiempo es testigo de que Zapatero poco  o nada sabía de la carga de su determinación. Fue una dinamitación que interesaba a los bancos para salvar su imagen, que estaba por los suelos por sus millonarios préstamos a la industria del ladrillo, y para concentrar bajo su control el 50% del mercado, en manos de las cajas. Lo peor del asunto es que ni lo sabía Zapatero ni el PP. Los políticos que se sentaban en los consejos de administración de las cajas fueron unos verdaderos ignorantes de casi todo. La política no frenó la tontería de Arvelo de buscar protección bajo el árbol de unos pacientes defraudadores navarros; ni los políticos que se sentaron en el consejo  de La Caja de Canarias estuvieron a la altura: no hubo nadie, ni uno, que amonestase en público o en privado a García Falcón o a Suárez del Toro por su inclinación final y desesperada hacia CajaMadrid. Lo que sí hubo fue unos cuantos sacando pecho porque habían logrado nada menos que salvar La Caja de su destrucción. Pobres vanidades huecas de auténtica información.


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