jueves, 8 de noviembre de 2012

CONFERENCIA DE XAVIER APARICI (Filósofo y Activista Social)


LA RECIPROCIDAD, EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO


Ayer a las 20,00 horas en el Club de Prensa La Provincia, en Las Palmas de Gran Canaria, pudimos disfrutar de una muy interesante conferencia a cargo del Filósofo y Activista Social Xavier Aparici, en la intentó resumir, al tiempo que aportó nuevos datos y explicaciones sobre el tema LA RECIPROCIDAD EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO, lo que en sus cuatro entregas anteriores -en formato de artículos de prensa- ha ido publicando a lo largo de estos últimos meses.

Fluye la siguiente idea y pensamiento general -citado por el propio ponente- sobre lo aportado en esta conferencia: “SI LA REALIDAD ES DE PESADILLA REIVINDICO EL DERECHO A SOÑAR”

A continuación resaltamos unos cuantos párrafos de estos cuatro artículos (con sus enlaces correspondientes al artículo original), y que condensaron una interesante conferencia que motivó una activa participación y debate del público asistente. Entre las aportaciones realizadas por el público destacó especialmente la del historiador Paco Morote, que también realizó la presentación del filósofo al comienzo del acto, con frases para la reflexión como “ESTE SISTEMA ECONÓMICO NOS LLEVA AL SUICIDIO DE LA SOCIEDAD” y “LA ECONOMÍA ES DEMASIADO IMPORTANTE PARA DEJARLA EN MANOS DE LOS ECONOMISTAS”.


LA RECIPROCIDAD, EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO (I)

Las políticas de austeridad institucional y de ajuste presupuestario que vienen imponiendo las organizaciones globales, regionales y nacionales a la Administración pública española han llevado al país al colapso de su régimen democrático y de su economía social. Con la entusiástica colaboración de las sucesivas mayorías parlamentarias en las Cortes, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea han aplicado las directrices económicas y sociales del neoliberalismo hasta quebrar nuestro Estado de derecho social y democrático.


Estos “programas de ajuste estructural” fueron definidos por el propio FMI, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos con el objetivo de maniatar la soberanía política de los Estados, desmantelar el sector público de sus economías y así demoler los regímenes democráticos de economía mixta, los “Estados del Bienestar”, y su pretensión de conjugar las libertades personales, las necesidades económicas básicas y los valores solidarios del conjunto de sus ciudadanías. Estos modelos de economía de mercado subordinada a los preceptos democráticos y a los intereses sociales nacionales han sido los enemigos a batir por el capitalismo “neoliberal”.
En la persistencia de la continuada sangría en la que se nos mantiene, de cierre de empresas, de destrucción de empleos y de pérdida de recursos públicos, un ámbito de justificación teórica se encuentra en la fundamentación académica sobre las motivaciones psicológicas propias de la economía: según la ortodoxia prevalente, los seres humanos nos caracterizamos, fundamentalmente, por ser egoístas, insolidarios y asociales. El “homo economicus”, el arquetipo del agente de las interacciones económicas, solo piensa, al margen de cualquier otra consideración, en maximizar su beneficio, por lo que los demás agentes no son más que o competidores o instrumentos de su enriquecimiento. Si esto es así, si a nadie le importa más que ganar lo que pueda y con la mayor indiferencia ante la suerte de los perdedores, lo que toca, aún en los momentos de fuerte recesión y malestar social, es pagar las deudas, cueste lo que cueste. Sin más.
Desde luego, éste parece un acertado perfil psicológico para describir las motivaciones de los poderes económicos, las élites empresariales, y de los gestores políticos a su servicio. Pero ¿somos los seres humanos en general así?, la sociedad humana en su vertiente económica ¿es naturalmente una lucha de todos contra todos?
Si hacemos caso a la evidencia empírica desarrollada en el campo de la biología evolutiva, en absoluto. Más allá del egoísmo, las prácticas de consideración hacia los demás nos caracterizan, en múltiples ocasiones y de muy distinta forma. Los seres humanos hacemos gala, naturalmente, de un amplio espectro de actitudes motivacionales en nuestros intercambios sociales.
En la sociobiología de la cooperación se reconocen como característicos el altruismo de parentesco y la reciprocidad directa. Los “actos beneficiosos para la familia u otros individuos genéticamente relacionados” nos son habituales, y las “acciones que confieren un beneficio a otros con un coste para sí mismo pero con la perspectiva de un beneficio recíproco subsiguiente suficiente para cubrir costos”, también. Son aspectos consustanciales a nuestro modo de ser humanos que la sesgada y antinatural concepción capitalista de la economía desprecia. Con los desastrosos efectos sociales que su hegemonía ha provocado y que ahora estamos sufriendo en carne propia, como nunca.

LA RECIPROCIDAD, EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO (II)

La teoría darwinista es el referente de la biología evolutiva actual. Basada en la mutación azarosa del código genético en los organismos y su probable fijación en la descendencia, ésta considera que la adaptabilidad al ambiente y la competencia por los recursos son los requisitos fundamentales para la supervivencia de las especies: la mejor adaptación a los entornos tiende a aumentar la longevidad de los miembros de la especie y su número, lo cual, termina volviendo escasos los recursos para la subsistencia; la competencia para sobrevivir en esos ambientes saturados de concurrencia conlleva que solo los mejor dotados prevalezcan y puedan transmitir su linaje.
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Otra gran objeción a la primacía del egoísmo como estrategia de supervivencia la encontramos en la propia historia de la humanidad, específicamente, en nuestra larga etapa como cazadores y recolectores en plena naturaleza. En torno a este periodo paleolítico hay un consenso generalizado entre los investigadores en cuanto a que solo gracias a la continuada cooperación comunitaria, los seres humanos pudieron sortear las múltiples crisis que, de otro modo, nos hubiesen llevado a la extinción, al inicio de nuestro tiempo.
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LA RECIPROCIDAD, EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO (III)

Las actitudes egoístas y el altruismo, la propensión a saltarse las normas y el deseo de seguirlas, la malicia y la simpatía, la envidia y la aversión a la inequidad, el deseo de dominio y la reciprocidad, son diferentes tipos de motivaciones -más o menos contradictorias, más o menos sociales- que nos animan a los seres humanos en nuestras relaciones mutuas.


No obstante, tal como ponen de manifiesto investigaciones de la economía experimental y la teoría comportamental de juegos, hay una motivación en las transacciones económicas que ha resultado prevalecer sobre las demás, la llamada “reciprocidad fuerte”. Según sus promotores, Samuel Bowles y Herbert Gintis, ésta consiste en «una propensión a cooperar y compartir con aquellos que tienen una predisposición similar y una voluntad de castigar a aquellos que violan la cooperación y otras normas sociales, aun cuando el hecho de compartir y el castigo conlleven costos personales».
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Las personas sensibles a la reciprocidad fuerte coinciden con las que tienen aversión a la falta de equidad en que quieren alcanzar una distribución equitativa de los recursos y se distinguen de los que practican la reciprocidad débil -el “yo te ayudo a ti y tú me ayudas a mi”- en que no se guían por intereses exclusivamente egoístas. Así, frente a la propaganda vertida por los intereses autoritarios y explotadores, estas investigaciones justifican experimentalmente el tópico de que, en general, los ciudadanos y las ciudadanas suelen comprometerse en asociaciones y propuestas de interés cívico muy a menudo, acostumbran a respetar las leyes y los requerimientos de las relaciones cooperativas y actúan desinteresadamente cuando tienen la ocasión de asistir a sus semejantes necesitados. Es decir, somos buena gente, pero no somos generosos sin más: habitualmente, si nos dejan ser, reconocemos que “somos hermanos, pero no primos”.
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Todas estas motivaciones e interacciones, llevadas al ámbito de la política, nos sitúan en el centro de la equidad económica en nuestras sociedades, aportando criterios para el reparto justo de los esfuerzos de producción de la riqueza y de sus bienes.

LA RECIPROCIDAD, EL NUEVO PARADIGMA SOCIOECONÓMICO (y IV)

La motivación de colaborar solidariamente para el servicio y el provecho mutuo es una preferencia social mayoritaria y un rasgo específico de los seres humanos. Buscamos cooperar porque nos preocupa el bienestar de los otros, los valores de justicia y las normas de conducta decentes y porque nos confiere una ventaja adaptativa evolutiva.


Además, la economía de la reciprocidad, más allá de optimizar los beneficios materiales o evolutivos, también pretende la erradicación de la precariedad socioeconómica, promocionando la autorrealización de las personas y a la sostenibilidad perdurable de las sociedades y sus mercados. En ese objetivo, los economistas Luigino Bruni y Stefano Zamagni proponen un humanismo económico de recuperación de la relacionalidad en la economía, a través de una ‘reciprocidad transitiva’ que potencia los bienes que subyacen a la cooperación, como son la amistad, la simpatía, el respeto o la construcción mutua de la identidad, bienes no estratégicos que son la base de una “buena vida” fundada en la complementación de los valores de la eficiencia, la equidad y la reciprocidad.
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Los seres humanos no somos, en absoluto, indiferentes al apoyo y al cuidado mutuos; y la cooperación solidaria es una estrategia socioeconómica altamente eficiente. Entonces ¿por qué arrecian la inequidad y la miseria hasta en nuestras opulentas naciones?
Desde luego, las convenciones teóricas prevalecientes en la cultura antropológica y las ciencias sociales, que arropan la visión miope del individualismo egoísta y proyectan peligrosas metáforas a la fundamentación de la política, no son ajenas a la tragedia civilizatoria en que nos encontramos. Y, más acá de estos ámbitos, los yugos jerárquicos de la opresión, la explotación y la alienación continúan reprimiendo, desvirtuando y entorpeciendo el desarrollo pleno de esas necesarias alternativas de dignidad y capacidad humanitarias. Pero también los límites de la imaginación política y la historia de la institucionalización de los derechos y deberes públicos condicionan su extensión. Las constituciones de los estados democráticos de economía mixta, los del bienestar, marcaron el pleno empleo decente, no como un derecho-deber fundamental directamente exigible, sino como una mera cuestión social y de hecho. Mientras no resolvamos esa enorme y solapada incongruencia, el reparto equitativo de los puestos y los tiempos de trabajo y de los bienes y servicios que su productividad aporta a la comunidad, se seguirán supeditando a los intereses de los abusadores y gorrones en el poder, los dueños de las grandes empresas y las finanzas y sus lacayos de toda condición.
¿Para cuándo la ciudadanía democrática soberana y su protagonismo socioeconómico?, ¿para cuándo la responsabilidad solidaria plena, los derechos-necesidades y los deberes-capacidades ejercidos conjuntamente?

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